Durante el sacrificio de la Misa fijo mi mirada en la Eucaristía, y sabiendo que Dios está allí presente, me quedo quieta y en silencio, y llenándome de mucha esperanza, en esos segundos rezo por todo el pueblo de Dios.
Cuando Cristo pronunció estas palabras, las pronunció la noche en que sería arrestado y llevado a ser crucificado. Sabía lo que le ocurriría, y sabía claramente para quién lo estaba haciendo